Nació en la villa de Lhautecour, el lunes 22 de Julio de 1647 y fue bautizada el 25 del mismo mes. Hizo su priemera comunión a los nueve años y, en el contacto sacramental de su alma con el Señor, Jesús llegó a ser su Maestro y le cautivó el corazón. Así, lo comprende:
“Mi único Amor, cuánto os debo al haberme habitado desde mi tierna juventud, tomando posesión de mi corazón”.
Tras una infancia de sufrimientos, Margarita María corona su devoción entrando en el monasterio de la visitación de Parray le Monial. Tras dos meses, vistió el Santo Hábito el 25 de Agosto de 1671 a la edad de 24 años. Su alma ya estaba libre de cadenas humanas para adorar y sufrir por su amado Jesús.
Así lo comprende la Santa: “Sentí mi corazón lleno de Dios, su conversación era tan dulce que solía pasar tres horas sin sentimiento alguno y sin ni siquiera adormecerme…”.
Durante la vida monástica soporta humillaciones y mortificaciones. Lucha contra las repugnancias. Acepta las flores y las espinas de la Cruz, pero descansa en el pecho de Nuestro Señor:
“Él, me hizo descansar en su regazo y allí me descubrió las maravillas de su Amor y los inexplicables secretos de su Sagrado Corazón, que siempre había tenido escondidos”.
Jesús le concede, como promesa de su amor, una chispa de su llama, que escondió en el costado de Margarita María, que la consumirá hasta el momento extremo. Su ardor no se podrá apagar, sino hasta encontrar algo de refigerio en el derramamiento de sangre.
Jesús le advierte: “He cerrado la herida de tu costado, pero el dolor continuará para siempre”.
No conseguía dormir, pues la herida le ardía tan fuerte que la consumía y le quemaba por dentro.
El dolor en el costado se renovaba los primeros viernes de cada mes del modo siguiente: “el Sagrado Corazón se me aparecía como un sol fulgurante de vivísima luz, que parecía reducirme a cenizas: entonces, en aquel momento, mi Divino Maestro, me explicaba lo que querí de mí y me revelaba los secretos de su admirable Corazón”.
El Señor ñe dio una gran corona de espinas: “Hija mia, recibe esta corona en señal de la que pronto te será dada para modelarte conforme a mí…Estas espinas te harán sentir, de tal modo sus pinchos, que tendrás necesidad de la fuerza de mi amor para soportar el dolor”. Entonces, no entendí lo que me decía, pero bien pronto comprendí los efectos que le seguían: dos terribles golpes recibidos en la cabeza, de modo que, desde entonces, me parecía tenerla ceñida pos agudísimas espinas”.
Las grandes visiones
- Jesús se apareció a Margarita María y la invitó a ocupar el sitio que San Juan había ocupado durante la Última Cena, y le dijo: “mi Divino Corazón está tan apasionado por los hombres que, no pudiendo contener en sí las llamas de su ardiente caridad, necesita expandirlas. Te he elegido para cumplir este gran designio: para que todo sea hecho por mí”.
- El Corazón de Jesús se manifestó sobre un trono de llamas más radiante que el sol, y transparentes como el cristal, rodeado de una corona de espinas, simbolizando las heridas infringidas por nuestros pecados y encabezado por una cruz.
- Jesús se presentó a Margarita María todo fulgurante de gloria, con sus cinco llagas brillantes como soles, y, por aquella sagrada humanidad, salían llamas por todas partes, pero, sobre todo, de su admirable pecho, que asemejaba a un horno, y, estando abierto, ella descubrió en el amable y amante Corazón, la verdadera fuente de las llamas. Jesús la solicitó para hacer la Comunión el primer viernes de cada mes y para postrarse con la cara en tierra desde las once de la noche, entre el jueves y el viernes”.
- Jesús le dijo que se sentía herido por las irreverencias de los fieles, y añadió: “Lo que más me duele, es que lo hacen los consagrados”.
La práctica devocional, de la Iglesia Católica Romana de los “Los Primeros viernes de cada mes” tuvo origen por Santa Margarita María de Alacoque, surgida de la “Gran Promesa” revelada por el mismo Jesús.
Las promesas
Jesús se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y, mostrándole su Corazón resplandeciente, le hizo estas promesas para los devotos del Sagrado Corazón:
- Daré las gracias necesarias propias de su estado.
- Llevaré socorro a las familias que se encuentren en dificultades y pondré paz en las divididas.
- Les consolaré en sus aflicciones.
- Seré refugio seguro en su vida y en la hora de su muerte.
- Esparciré bendiciones abundantes sobre todas sus obras.
- Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente, y océanos, de Misericordia.
- Las almas tibias se harán fervorosas.
- Las fervorosas en breve alcanzarán gran perfección.
- Bendeciré los hogares donde la imagen de mi Sagrado Corazón sea expuesta y honrada.
- A todos los que trabajen por la salvación de las almas, les daré el don de conmover los corazones más duros.
- El nombre de los que propagen la devoción a mi Sagrado Corazón jamás será borrado.
Te prometo que, en la excelsa Misericordia de mi Corazón, que mi Amor Omnipotente concederá a todos los que se unan al primer Viernes de mes, durante nueve consecutivos, la gracia de la penitencia final. Ellos no morirán sin mi gracia, ni sin recibir los Sacramentos, y en aquellos últimos momentos, mi Corazón será su asilo seguro en aquella hora extrema.
¿Qué promete Jesús?
Jesús explica su promesa con estas palabras: «ellos no morirán sin mi gracia, no sin recibir los Santos Sacramentos, y, en aquellos últimos momentos, mi Corazón será su asilo seguro».
Lo que el Corazón de Jesús promete es que nadie de cuantos han hecho bien los Primeros Nueve Viernes, no morirán en pecadeo mortal, concediéndoles:
a) Si él es justo, perseverancia final en el estado de gracia.
b) Si es pecador, el perdón de todo pecado mortal por medio de la Confesión o por medio de un acto de dolor perfecto.
Las condiciones
Para hacerse merecedores de la Gran Promesa es necesario:
- Acercarse a la Comunión en gracia de Dios: si se está en pecado mortal es necesaria la confesión.
- La devoción continuará durante nueve meses consecutivos. Quién se sale una comunión, debe empezar de nuevo.
- La piadosa práctica se puede iniciar el primer viernes de un mes cualquiera.
Muchas almas se salvaron en el pasado. Numerosos pecadores se han convertido. Cantidad de gente se han liberado de las tinieblas de la muerte practicando esta devoción. Acudámos a ella para vencer a Satanás y encontrar al Corazón de Jesús.
A continuación exponemos algunas meditaciones, hechas, durante los primeros viernes de cada mes, por un gran asceta para encender nuestro corazón y acercar nuestra alma al Sagrado Corazón de Jesús..
Continua…