Santa Margarita María de Alacoque – 16 Octubre

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 Nació en la villa de Lhautecour, el lunes 22 de Julio de 1647 y fue bautizada el 25 del mismo mes. Hizo su priemera comunión a los nueve años y, en el contacto sacramental de su alma con el Señor, Jesús llegó a ser su Maestro y le cautivó el corazón. Así, lo comprende:

“Mi único Amor, cuánto os debo al haberme habitado desde mi tierna juventud, tomando posesión de mi corazón”.

Tras una infancia de sufrimientos, Margarita María corona su devoción entrando en el monasterio de la visitación de Parray le Monial. Tras dos meses, vistió el Santo Hábito el 25 de Agosto de 1671 a la edad de 24 años. Su alma ya estaba libre de cadenas humanas para adorar y sufrir por su amado Jesús.

Así lo comprende la Santa: “Sentí mi corazón lleno de Dios, su conversación era tan dulce que solía pasar tres horas sin sentimiento alguno y sin ni siquiera adormecerme…”.

Durante la vida monástica soporta humillaciones y mortificaciones. Lucha contra las repugnancias. Acepta las flores y las espinas de la Cruz, pero descansa en el pecho de Nuestro Señor:

“Él, me hizo descansar en su regazo y allí me descubrió las maravillas de su Amor y los inexplicables secretos de su Sagrado Corazón, que siempre había tenido escondidos”.

Jesús le concede, como promesa de su amor, una chispa de su llama, que escondió en el costado de Margarita María, que la consumirá hasta el momento extremo. Su ardor no se podrá apagar, sino hasta encontrar algo de refigerio en el derramamiento de sangre.

Jesús le advierte: “He cerrado la herida de tu costado, pero el dolor continuará para siempre”.
No conseguía dormir, pues la herida le ardía tan fuerte que la consumía y le quemaba por dentro.

El dolor en el costado se renovaba los primeros viernes de cada mes del modo siguiente: “el Sagrado Corazón se me aparecía como un sol fulgurante de vivísima luz, que parecía reducirme a cenizas: entonces, en aquel momento, mi Divino Maestro, me explicaba lo que querí de mí y me revelaba los secretos de su admirable Corazón”.

El Señor ñe dio una gran corona de espinas: “Hija mia, recibe esta corona en señal de la que pronto te será dada para modelarte conforme a mí…Estas espinas te harán sentir, de tal modo sus pinchos, que tendrás necesidad de la fuerza de mi amor para soportar el dolor”. Entonces, no entendí lo que me decía, pero bien pronto comprendí los efectos que le seguían: dos terribles golpes recibidos en la cabeza, de modo que, desde entonces, me parecía tenerla ceñida pos agudísimas espinas”.

 

Las grandes visiones

  1. Jesús se apareció a Margarita María y la invitó a ocupar el sitio que San Juan había ocupado durante la Última Cena, y le dijo: “mi Divino Corazón está tan apasionado por los hombres que, no pudiendo contener en sí las llamas de su ardiente caridad, necesita expandirlas. Te he elegido para cumplir este gran designio: para que todo sea hecho por mí”.
  2. El Corazón de Jesús se manifestó sobre un trono de llamas más radiante que el sol, y transparentes como el cristal, rodeado de una corona de espinas, simbolizando las heridas infringidas por nuestros pecados y encabezado por una cruz.
  3. Jesús se presentó a Margarita María todo fulgurante de gloria, con sus cinco llagas brillantes como soles, y, por aquella sagrada humanidad, salían llamas por todas partes, pero, sobre todo, de su admirable pecho, que asemejaba a un horno, y, estando abierto, ella descubrió en el amable y amante Corazón, la verdadera fuente de las llamas. Jesús la solicitó para hacer la Comunión el primer viernes de cada mes y para postrarse con la cara en tierra desde las once de la noche, entre el jueves y el viernes”.
  4. Jesús le dijo que se sentía herido por las irreverencias de los fieles, y añadió: “Lo que más me duele, es que lo hacen los consagrados”.

La práctica devocional, de la Iglesia Católica Romana de los “Los Primeros viernes de cada mes” tuvo origen por Santa Margarita María de Alacoque, surgida de la “Gran Promesa” revelada por el mismo Jesús. 

Las promesas

Jesús se le apareció a Santa Margarita María de Alacoque y, mostrándole su Corazón resplandeciente, le hizo estas promesas para los devotos del Sagrado Corazón:

  • Daré las gracias necesarias propias de su estado.
  • Llevaré socorro a las familias que se encuentren en dificultades y pondré paz en las divididas.
  • Les consolaré en sus aflicciones.
  • Seré refugio seguro en su vida y en la hora de su muerte.
  • Esparciré bendiciones abundantes sobre todas sus obras.
  • Los pecadores encontrarán en mi Corazón la fuente, y océanos, de Misericordia.
  • Las almas tibias se harán fervorosas.
  • Las fervorosas en breve alcanzarán gran perfección.
  • Bendeciré los hogares donde la imagen de mi Sagrado Corazón sea expuesta y honrada.
  • A todos los que trabajen por la salvación de las almas, les daré el don de conmover los corazones más duros.
  • El nombre de los que propagen la devoción a mi Sagrado Corazón jamás será borrado.

Te prometo que, en la excelsa Misericordia de mi Corazón, que mi Amor Omnipotente concederá a todos los que se unan al primer Viernes de mes, durante nueve consecutivos, la gracia de la penitencia final. Ellos no morirán sin mi gracia, ni sin recibir los Sacramentos, y en aquellos últimos momentos, mi Corazón será su asilo seguro en aquella hora extrema.

¿Qué promete Jesús?
Jesús explica su promesa con estas palabras: «ellos no morirán sin mi gracia, no sin recibir los Santos Sacramentos, y, en aquellos últimos momentos, mi Corazón será su asilo seguro».

Lo que el Corazón de Jesús promete es que nadie de cuantos han hecho bien los Primeros Nueve Viernes, no morirán en pecadeo mortal, concediéndoles:
a) Si él es justo, perseverancia final en el estado de gracia.
b) Si es pecador, el perdón de todo pecado mortal por medio de la Confesión o por medio de un acto de dolor perfecto.

Las condiciones

Para hacerse merecedores de la Gran Promesa es necesario:

  1. Acercarse a la Comunión en gracia de Dios: si se está en pecado mortal es necesaria la confesión.
  2. La devoción continuará durante nueve meses consecutivos. Quién se sale una comunión, debe empezar de nuevo.
  3. La piadosa práctica se puede iniciar el primer viernes de un mes cualquiera.

Muchas almas se salvaron en el pasado. Numerosos pecadores se han convertido. Cantidad de gente se han liberado de las tinieblas de la muerte practicando esta devoción. Acudámos a ella para vencer a Satanás y encontrar al Corazón de Jesús.

A continuación exponemos algunas meditaciones, hechas, durante los primeros viernes de cada mes, por un gran asceta para encender nuestro corazón y acercar nuestra alma al Sagrado Corazón de Jesús..

Continua…

 

Santa Teresa de Lisieux – 1 Octubre

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Santa Teresa de Lisieux es universalmente conocida como la Santa que ha enseñado al mundo la «Pequeña vía de la infancia espiritual» y ha hablado frecuentemente de la necesidad de «hacerse pequeños de frente a Dios» y de haber encontrado «una vía toda recta, muy breve, una pequeña vía toda nueva» para ir al cielo.

Ansiosa de que esta «pequeña vía» sea enseñada a los cristianos, Sta. Teresa no tiene miedo de rechazar con decisión la de fe de los sabios y de los inteligentes. Su vía para alcanzar el cielo es la vía de la sencillez, la vía de los buenos y de los puros de corazón.

Los tratados complicados, donde la fe pareciera estar reservada a los teólogos y los pocos elegidos no le interesan. Teresa no se cansa de repetir que la Buena Nueva es revelada a los pequeños y que la Palabra de Dios dona sabiduría a los sencillos.

Sta. Teresa en su pequeñez y humildad es la madre y el modelo de todos los hijos de Dios. Vacía de todo, recibe a sí misma como don del Padre. Se siente nada y en Dios se convierte en todo. Se deja fecundar por la gracia, deja operar a Dios en sí, como una niña en las manos del papá.

El extremo gesto espiritual indicado por Teresa es: el abandono, la única vía que lleva inevitablemente hacia los brazos de Dios. Teresa siente otro deseo mas que el de esconderse entre los brazos de Dios, para dejarse acariciar por El, para dejarse inundar por el océano de su Misericordia.

El abandono es en definitiva el gesto de confianza más auténtico y definitivo, porque es la renuncia completa a la propia voluntad de someterse a la voluntad del Padre.

Sta. Teresa trastorna a la Iglesia y al mundo como un «huracán de gloria» (Pío XI). Ya durante su vida, se dieron una gran oleada de milagros: (la célebre «lluvia de rosas») que convence al pueblo cristiano del hecho que Dios acreditaba a aquella «pequeña santa» volviéndola gloriosa y potente. A la par se dieron también una gran oleada de conversiones: hombres que se sintieron literalmente guiados por la suave mano de ésta joven.

Todavía hoy en el mundo entero se encuentra consintiendo a Teresa: la definen como la joven más amada de la tierra. Teresa a todos grita que Jesús quiere perdonarnos, quiere curarnos y quiere inundarnos de su amor, porque El mismo tiene necesidad de amor.

A El vamos con el peso de nuestros pecados. Y El está contento por purificarnos. El no se ensucia abrazándonos, mientras que su abrazo nos purifica:

«He aquí todo aquello que Jesús se espera de nosotros: no tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Tenía sed, pero diciendo:

Dame de beber, el Creador del universo pedía amor a su criatura. Tenía sed de amor».

Teresa de Lisieux nos pone en contacto con su alma. Aguda contemplativa, rica de experiencias y sabiduría, nos indica el itinerario más simple para alcanzar el fin de la vida: entrar en intimidad con Dios como un Padre misericordioso y tierno hacia quien, persuadido por su propia debilidad y sus propias miserias, se dirige a él con ilimitada confianza.

Transmite su mensaje con lenguaje sencillo, desarmante y nos grita que ser santos, no es el resultado de un esfuerzo del hombre, sino que es un don de Dios.

Dirigiendo la mirada a Teresa nacerá en cada uno de nosotros la nostalgia de volvernos aquellos pequeños a los cuales Cristo heredará el reino de los cielos. Se comprenderá cómo la vida es un bien que el ser humano recibe, sin mérito alguno. Un don es un medio para recibir y dar amor y así realizar la esencia del ser humano: «Necesidad de amar y ser amado».

Continua…

 

San Juan Maria Vianney, Cura de Ars – 4 agosto

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«Dios mío, te amo, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida».

Desplazándose a través de la vida de este país este sacerdote permaneció durante cuarenta años, como pastor de un pequeño de Ars, un pueblo de Francia, a unos cuarenta kilómetros de Lyon, se podría pensar en un santo ordinario.

Sin embargo, en la lectura profunda de su alma y muchos frutos espirituales relacionados con su trabajo y testimonio, nos encontramos ante una figura extraordinaria que transformó la aparente simplicidad de su vida en un ejemplo de santidad y bondad.

En primer lugar debemos conocer nuestra santa religión, la única verdadera, porque fue revelada por Dios. Mis hijos, ¿por qué somos tan ciegos y tan ignorantes?

¿Por qué no hacemos caso a la palabra de Dios? Si una persona es educada en la religión católica, siempre existe la posibilidad de que se recupere. A medida que se pierde en todo tipo de camino en mal estado, siempre se puede esperar que tarde o temprano se vuelva a Dios, incluso si està en peligro de muerte.

Por el contrario, una persona que es ignorante en la religión es como un moribundo que ha perdido la conciencia: no conoce ni la gravedad del pecado, ni la belleza de su alma, ni el valor de la virtud; Se arrastra de pecado en pecado.

Continua…